GEOPOLITICA Y LOS MEDIOS DE COMUNICACION
Geopolítica de la comunicación en América Latina
Michelle de la cruz
El anterior
presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pasa a la memoria colectiva
en gran medida como un “presidente bueno”. De una parte por su imagen
pública, de otra, al establecerse la irremediable comparación con las
primeras decisiones del actual. Sin embargo, la realidad es otra. Solo
dos hechos: de una parte, mantuvo a su país en todas y cada una de las
guerras abiertas que tenía al llegar a la presidencia, pese a haber
prometido su salida de la mayoría, y no cerró la ilegal cárcel de
Guantánamo manteniendo allí a decenas de personas, nunca juzgadas en
ningún tribunal y, por lo tanto, detenidas durante años en la más
absoluta ilegalidad. Esto dice poco de su concepción y respeto a los
derechos humanos y de los diferentes pueblos a decidir su presente y
futuro sin intromisión de terceros. Pero además, en el plano interno,
durante su mandato son inocultables los continuos episodios de racismo y
discriminación contra la población negra a lo largo de todo el país y
en especial los protagonizados por las fuerzas policiales, dando lugar a
levantamientos y protestas como hacía años no se producían. Y esto
durante la presidencia del primer mandatario negro de la historia
estadounidense. Pues bien, a pesar de ello y tal y como se señala al
principio, Barack Obama se ha ido de la Casa Blanca con una cierta y
popular buena imagen. Sin duda, entre otros actores, pero de forma
determinante, han contribuido a ello los grandes medios de comunicación,
los lobbys de la imagen y la información.
Otro dato, que ahora nos permite poner la mirada en América Latina, es
el hecho de que EEUU, durante esta presidencia, junto con las fuerzas
neoliberales locales, ha tratado en todo momento de recuperar su
tradicional política de dominio sobre esta parte del continente y para
ello también ha hecho uso (y abuso) de los medios de comunicación
masivos. Después del viraje hacia la izquierda de gran parte de América
durante la primera década del siglo, se ha pretendido ganar lo que
consideraron como su espacio perdido, el famoso “patio trasero”, y
avanzar en la restauración neoliberal en estos países o en el
afianzamiento de aquellos gobiernos que se mantuvieron como aliados
fieles en esta etapa. Y es con ese objetivo que se irán recuperando
también gran parte de los instrumentos y métodos de las décadas pasadas,
tales como el estrangulamiento económico, el soborno y extensión de la
corrupción, el silenciamiento de defensores y defensoras de los derechos
humanos, el bloqueo de financiamiento exterior, el sabotaje y, por
supuesto, también el sobredimensionamiento de los propios errores
cometidos por estos procesos de transformación que empezaban a caminar
en estos años. En suma, todas las viejas estrategias, excepto la
reinstauración de regímenes dictatoriales en manos de militares como en
las últimas décadas del siglo anterior. Ahora, la implantación de
“democracias representativas controladas” por los tradicionales poderes
políticos y económicos se considerará suficiente para la restauración
antes aludida. Aunque esto no supondrá la eliminación de los llamados
golpes de Estado blandos cuando lo consideren necesario.
Pero, además de los métodos anteriores señalados, hay otros que han
jugado, y juegan, un papel determinante y que interesa señalar de forma
especial. Son aquellos que aluden al uso continuo de la propaganda, a la
manipulación informativa, a la tergiversación de las noticias o a la
difamación de líderes y lideresas, de gobernantes elegidos
democráticamente. El insulto y la criminalización de estos últimos o de
líderes y organizaciones sociales también es un elemento constante. Todo
ello con el objetivo de contribuir al desgaste de los procesos de
cambio y transformación y mucho más allá del análisis informativo y
político necesario al servicio de la población. Pues bien, para la
puesta en marcha de estos métodos, además de los famosos think tanks
de la derecha que definen estrategias y señalan caminos de acción,
estarán los medios de comunicación masivos, en estrecha relación con las
oligarquías locales y con las directrices que llegarán del norte del
continente y de Europa, en especial del Estado español.
Así, O Globo en Brasil, Televisa y Tele Azteca en México, Grupo Clarín
en Argentina, Grupo Cisneros en Venezuela, Caracol en Colombia y otros
grandes grupos mediáticos se convertirán en herramientas determinantes,
controladas por las elites económicas para la nueva etapa que se
desarrolla en estos últimos años. La fase del nuevo asalto al poder para
la restauración (o sostenimiento) del sistema neoliberal antes
derrotado por los procesos de transformación y la indignación de las
mayorías sociales ante el continuo empobrecimiento y violación de
derechos básicos. Estos son los grandes medios que hoy constituyen la
geopolítica de la comunicación masiva en América Latina y que trabajan
en alianza estrecha con diferentes grupos mediáticos de Europa y Estados
Unidos (Fox, Prisa…). Determinan, definen y extienden ideología,
pensamiento único, que nuevamente pretende ser dominante. Ellos definen
los horizontes posibles del bienestar que la población debe anhelar;
ellos construyen “las verdades” para la legitimación del sistema y su
restauración.
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